B.B. King: del algodón al trono del blues

Hace diez años murió Riley Ben King, mejor conocido como B.B. King, el guitarrista que convirtió el dolor en música y la guitarra en reina. Murió el 14 de mayo de 2015, a los 89 años, mientras dormía en su casa de Las Vegas, tras complicaciones derivadas de múltiples derrames cerebrales y una larga batalla contra la diabetes tipo II.

Infancia con sol, surcos y blues

Nació el 16 de septiembre de 1925 en Itta Bena, Misisipi, en el corazón del sur profundo de Estados Unidos. De niño trabajó en plantaciones de algodón, en una época en la que los afroamericanos no solo sufrían pobreza extrema, sino el constante acecho del Ku Klux Klan. A los cuatro años sus padres se separaron y, desde los siete, tuvo que jalar el arado y echarle ganas para ayudar a su madre y abuela.

Entre el polvo de los campos descubrió el blues, gracias a los cantos de los trabajadores que buscaban alivio entre surco y surco. Cantó por primera vez en la iglesia, acompañado de su guitarra, instrumento que compró con un préstamo del capataz. Pero su camino no fue fácil: perdió a su madre a los nueve años, a su abuela poco después, y terminó mudándose con un padre casi desconocido.

En 1944 se casó con Martha Denton y años más tarde, tras un accidente en un tractor, decidió abandonar el campo. Con dos dólares en el bolsillo y una guitarra como equipaje, se lanzó a Memphis a buscar su destino. Ahí su primo Bukka White lo metió al mundo de la música profesional.

Lucille, el blues y la leyenda

El apodo artístico surgió de “Beale Street Blues Boy”, que con el tiempo se resumió a B.B. King. En 1952 llegó su primer gran éxito: Three O’Clock Blues, que encabezó las listas por quince semanas. Luego vinieron joyas como Please Love Me, You Upset Me Baby y Sweet Sixteen. Su guitarra, una Gibson E-355, fue bautizada como Lucille después de un incendio en un bar provocado por una pelea de borrachos por una mujer con ese nombre.

B.B. King se casó dos veces, tuvo 15 hijos entre matrimonios y relaciones, y se hizo cargo de todos. Su herencia, sin embargo, desató una batalla legal entre sus hijos y su representante, LaVerne Toney, quien administraba su fortuna al momento de su muerte.

Ganó 15 premios Grammy, dejó huella en más de medio siglo de música y tocó hasta poco antes de morir. En sus últimos años dejó el alcohol, el cigarro y hasta se volvió vegetariano. Fue activista en la lucha contra la diabetes, aunque lo que más quería era seguir tocando.

Su despedida fue a la altura de una leyenda: un cortejo fúnebre recorrió Memphis con una banda tocando When the Saints Go Marching In, mientras su ataúd era llevado por la Ruta 61 hasta su natal Misisipi, donde hoy descansa en el museo que lleva su nombre. De los surcos del algodón al trono del blues, B.B. King no solo tocó la guitarra; tocó el alma del mundo.

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