El arco mundial de las mujeres, de la prohibición a la desnudez
Se desnudó en el Obelisco y fue duramente cuestionada
La consagración de la Copa del Mundo fue el festejo más grande de los argentinos en los últimos años. Sin embargo, a pesar de la alegría colectiva, los festejos dejaron diferentes perlitas virales que llamaron la atención de todos.
La avenida 9 de Julio fue testigo del desnudo de una mujer. Si bien se desconocen los motivos por los cuales se desnudó, algunos sostienen que fue una promesa.
El video compartido en Twitter por varios usuarios repudiaron la actitud de la mujer sosteniendo que era una vergüenza y una falta de consideración por la presencia de menores de edad en el lugar.
El desnudo femenino sigue incomodando a la gente, abruma, en ocasiones incluso enfada.
Hoy en día, existe una censura selectiva según los ideales de la personas. Podría sonar ridículo, pero todavía autocensuramos nuestros cuerpos según quién sea el que los mire porque “podrían herir y ofender” la sensibilidad de los demás.
Para cierto sector de opinión, tal vez son nuestros propios complejos los que nos impiden ver la belleza del cuerpo desnudo o de lo que se haga con él.
Entonces, ¿Por qué una representación de un cuerpo femenino sobre un lienzo es considerado arte pero es una vulgaridad cuando el cuerpo que se enseña es real?
Desde siempre, la mujer que se despoja por sí misma de su ropa está mal considerada, pero luego el hombre la desnuda en todas partes: en el cine, en la publicidad, en los medios de comunicación. Esto no deja de ser una paradoja.
Si miramos todos los ejemplos de censura, la palabra que sale a colación siempre es la misma: la obscenidad. Es decir, el cuerpo femenino se esconde por incitar al deseo, o sea, se censura el deseo. Esto no deja de ser una forma de violencia hacia el cuerpo de la mujer.
«El patriarcado es un juez que nos juzga por nacer y nuestro castigo es la violencia que no ves», recordando la primera estrofa del himno feminista chileno, compuesto por el colectivo LasTesis, de Valparaíso, que llegó a México, Colombia, Francia, España, Buenos Aires.
Por otro lado, las mujeres de Afganistán pasaron de existir como parte de la sociedad, de trabajar, de formar parte de todos los aspectos de la vida como médicas, juezas, enfermeras, ingenieras, mujeres que dirigen oficinas a ser consideradas como nada. Todo lo que tenían, incluso el derecho más básico de ir a la escuela secundaria, les fue arrebatado.
En medio de una creciente política de restricción contra las mujeres, el Gobierno talibán vetó el acceso a la educación superior.
Guardias armados impidieron el ingreso a la universidad a cientos de mujeres este miércoles en Kabul, la capital de Afganistán. La medida ocurre un día después de que el Gobierno vetara el acceso a la educación superior, en medio de una creciente política de restricción contra las mujeres desde que los talibanes volvieron al poder, hace más de un año.
La ONU, Estados Unidos y la Unión Europea condenaron la decisión del gobernante movimiento islamista talibán, que había prometido tolerancia al retomar el poder en Afganistán en 2021 luego de forzar la retirada estadounidense tras 20 años de guerra insurgente contra la coalición militar internacional que los derrocó en 2001.
Los derechos de las mujeres en Afganistán, que alguna vez se consideraron amenazados, ahora han lisa y llanamente desaparecido. Décadas de progreso en la igualdad de género y los derechos de las mujeres se han esfumado, así lo constata la representante de la ONU en el país de los talibanes Alison Davidian.
Las mujeres siguen estando en situación de desigualdad. Millones de niñas, chicas, mujeres y ancianas viven en condiciones muy distintas según el país, la ciudad o la zona en la que se encuentren. Históricamente, las mujeres han estado sometidas a la voluntad de los hombres por motivos culturales, religiosos o incluso por ley.
Actualmente, las leyes internacionales les reconocen como iguales: mujeres y hombres tienen los mismos derechos, pero en la práctica no siempre se cumplen. A menudo, las mujeres sufren abusos, discriminación y violaciones de sus derechos por el mero hecho de ser mujeres.
Y no sucede sólo en los países más pobres. El escándalo de abusos sexuales en Hollywood y la campaña del #MeToo demuestran que no es una cuestión económica.
Sea como fuere, no podemos evitar que nos miren como les dé la gana. Como dice Lara Alcázar en este artículo del Huffignton Post, todo gira en torno al cuerpo “pues en todas las grandes religiones patriarcales el cuerpo de la mujer no se ha entendido como un todo, sino que ha sido desmembrado y reglamentado a favor de la opresión masculina: un útero para engendrar, una boca para callar, una vagina para parir, en definitiva… Un cuerpo para servir”. Por eso, cuando nos apropiamos de nuestro cuerpo, cuando lo utilizamos nosotras mismas, ofende. Y no ofende sólo a los hombres, también a muchas mujeres.
Así que tenemos que ser conscientes de nuestro cuerpo, poseerlo y convertirlo en una herramienta de poder, que la provocación sea un camino para cambiar la concepción del desnudo. Porque sí, el cuerpo es político. Solo tenemos que preguntarnos por qué nos desnudamos o por qué dejamos de hacerlo: si hay una presión o una vergüenza detrás, es que no estamos actuando por decisión propia.