Platos bañados en oro, lujosa mansión y 72 guardaespaldas: el exilio del último sha de Irán en Cuernavaca

  • Luego de la Revolución Islámica, el 16 de enero de 1979 Mohammad Reza Pahlaví tuvo que huir de su país junto a su familia y se refugió durante un tiempo en la ciudad de la eterna primavera

A finales de los años setenta, Cuernavaca, en el estado de Morelos, era considerado como un centro de descanso para millonarios, artistas, integrantes de la realeza y políticos que en este pueblo, ubicado a 85 kilómetros de Ciudad de México, encontraban no sólo un clima perfecto sino también un lugar para esconderse de las cámaras y de la multitud.

En junio de 1979, llegó un personaje que cambió la historia de la capital de Morelos: Mohammad Reza Pahlaví, el sha de Irán, que enfermo y exiliado tras el triunfo de la Revolución Islámica en su país, buscaba un lugar donde vivir con tranquilidad.

El sha arribó a México gracias a la intervención del gobierno y empresarios estadounidenses. El diario The Washington Post publicó en su momento que Henry Kissinger había presionado durante meses al gobierno del entonces presidente mexicano José López Portillo para que le diera la visa de residencia temporal al emperador y su familia.

David Rockefeller, entonces presidente del Chase Manhattan Bank, de Nueva York, también habría intercedido para que México emitiera el documento, con el cual desafiaba una advertencia del flamante régimen islámico de Irán que consideraba como un acto de hostilidad en contra de su país el abrir las puertas al sha.

Por ello, una leyenda urbana indica que un día, desde un helicóptero, ametrallaron la casa del monarca persa en México, pero toda la información se ocultó.

Esta no era la primera vez que visitaba el país. En 1975 había realizado una gira por el puerto turístico de Acapulco y zonas arqueológicas en el sureste y desde entonces hacía referencias al clima y la gente de México.

El sha llegó acompañado de su última esposa, Farah Diba, y su hijo mayor, entonces de 18 años, Reza Ciro Pahlaví. Las tres hijas del matrimonio habían ido a vivir temporalmente a Estados Unidos. Su arribo fue discreto y aunque la prensa internacional había anticipado la llegada del monarca al país, en Cuernavaca podía pasar desapercibido y encontrar tranquilidad a pesar de estar siempre rodeado de un equipo de seguridad de más de 70 personas, que lo cuidaban a distancia prudente y desde distintos ángulos.

El espacio natural para que Reza Pahlaví encontrara su refugio fue en la lujosa avenida Palmira, famosa por sus casas de estilo francés. La del monarca, según cuenta gente de la zona, era la más lujosa de todas. Se trataba de una mansión blanca, con piscina y un salón de baile en la parte baja , el que pocas veces se usaba porque la familia no hacía mucha vida social con sus vecinos, pero sí recibía en algunas ocasiones la visita de personalidades extranjeras.

Muchos de los vecinos de Cuernavaca que trataron de manera cercana al monarca ya murieron, como el doctor Carlos García Kichner. Otros conocen detalles, pero pocos desean ser citados. Uno de ellos relató que el monarca contaba con tres anillos de seguridad compuesto por 72 personas. El primer círculo -el más cercano- estaba integrado por 12 agentes de Irán, el segundo por 20 estadounidenses y el cuarto por 40 mexicanos.

Una anécdota que ha trascendido es una cena en honor del sha que fue organizada en Casa Morelos, la residencia oficial del estado, que se preparó durante semanas con la asesoría de chefs estadounidenses y con alimentos y vinos comprados en el extranjero y trasladados a México en avión privado. El menú incluía cuatro tiempos: ofrecía carne, pescado, champagne y los maridajes de vino adecuados para cada platillo.

El sha llegó enfermo y lo único que pidió comer fue un yogur con berries. El problema fue hallar un recipiente de plata para servirle la cena. Por la hora era ya casi imposible ir a comprarlo en algún lugar, por lo que se improvisó un tazón de plata que alguien tenía para poner cigarros. Lo lavaron, desinfectaron y ahí le sirvieron el yogur.

En aquella cena deslumbró Farah Diba, quien llegó con un vestido negro largo, un collar y unos pendientes de diamantes. «Llevaba todo el dinero ahí», comentó uno de los invitados.

Al emperador y a su hijo sólo se les podía ver públicamente en dos lugares: en el Racket Club, donde jugaban tenis, y el restaurante del hotel “Las Mañanitas”, famoso por dar hospedaje a celebridades como un joven príncipe Felipe de España y la actriz Marilyn Monroe, entre otros.

 

La realeza en Cuernavaca

En el restaurante se le vio tres o cuatro veces, pero fueron suficientes para que se esparciera el rumor de que ahí se podía conocer a una figura de la realeza, como relató Luigi Araujo, gerente del lugar y cuyo padre fue uno de los chefs que alguna vez preparó alimentos para el monarca y su familia.

El restaurante es famoso por estar rodeado de áreas verdes en las que todo el tiempo hay aves exóticas alrededor. La mesa 14 se hizo una de las más emblemáticas, porque la familia siempre se sentaba ahí.

Por sus problemas de salud, siempre pedía que le prepararan algo especial, generalmente acompañado de verduras al vapor, como el llamado “pollito con leche” que era muy suave.

Su hijo era admirador de la comida mexicana y pedía generalmente la sopa de tortilla, un platillo típico del país a base de caldo de tomate con tortilla frita, queso y en algunos casos aguacate.

Su presencia hizo que a Cuernavaca llegara gente de estados cercanos como Puebla y la misma capital que acudían a visitar el lugar sólo para ver al monarca y su familia a la distancia, pues las mesas cercanas generalmente eran ocupadas por su personal de seguridad que llegaba a distintas horas, pedía una bebida y se quedaba ahí mientras la familia estiraba sus almuerzos.

La cuenta de la familia siempre la pagaba uno de los guardaespaldas, y la del personal de seguridad la abonaba cada quien.

En ocasiones, al sha le gustaba ir a descansar a la piscina del hotel, ubicada a unos pasos de la famosa mesa 14.

“Al ser una persona pública y de la política y en algunos lugares no bien visto, muchas veces optó porque le lleváramos la comida a su casa. Mi padre iba y le cocinaba allí. Siempre quería que se la sirvieran en sus platos especiales bañados en oro. Solamente podían entrar dos personas a la cocina, cocinarle y una persona de confianza se lo llevaba a la mesa”, comentó Luigi Araujo.

Mohammad Reza Pahlaví falleció en Egipto el 27 de julio de 1980.

Fuente: Infobae

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