Las manos que visten a la presidenta
En Palacio Nacional, la imagen pública de la presidenta Claudia Sheinbaum no está definida por marcas internacionales ni por la lógica de la alta costura europea. Su vestuario se construye a partir del trabajo de diseñadoras y artesanas mexicanas, varias de ellas provenientes de pueblos originarios, que bordan, cosen y transforman prendas con una intención clara: identidad, colaboración y continuidad cultural. No es solo una elección estética, sino una postura que ha colocado a los textiles tradicionales en el centro de la conversación pública.
El interés que ha despertado su estilo dentro y fuera del país contrasta con la trayectoria silenciosa de quienes elaboran sus prendas. Para ellas, el reconocimiento no llega como moda pasajera, sino como la posibilidad de visibilizar oficios que durante décadas se mantuvieron al margen.
Una de las piezas clave en este proceso es Olivia Trujillo, diseñadora que trabaja con Sheinbaum desde antes de su llegada a la Presidencia. Desde su taller en el sur de la Ciudad de México, adapta huipiles, faldas y telas bordadas que llegan de distintas regiones. Muchas veces reutiliza prendas que ya formaban parte del guardarropa de la presidenta y les da una nueva vida, convirtiéndolas en atuendos formales sin borrar su origen comunitario. Con el tiempo, su trabajo se volvió reconocible y hoy recibe solicitudes de personas que buscan “una blusa como la de la presidenta”, una señal de cómo el poder simbólico transforma también los hábitos de consumo.
En momentos clave, como la toma de posesión, el trabajo colectivo adquirió un significado especial. El vestido marfil con bordados de colores fue intervenido por Claudia Vásquez, artesana zapoteca del Istmo de Tehuantepec. Sus dibujos hechos a mano y bordados libres condensan una historia de discriminación y resistencia. Para ella, ver su trabajo en ese acto representó el reconocimiento público de un arte que durante años fue mal pagado o escondido por miedo a la burla.
Otro momento emblemático fue el primer Grito de Independencia encabezado por Sheinbaum. El vestido morado que portó incluía bordados elaborados por Virginia Verónica Arce Arce, artesana nahua de Tlaxcala. Motivos de flora y fauna, heredados de generación en generación, llegaron al balcón presidencial y fueron vistos por millones de personas. Para Arce, ese instante transformó su manera de entender su oficio: lo que se hace en casa, con una máquina antigua y paciencia cotidiana, también puede ocupar el centro del escenario nacional.
El vestuario de la presidenta no solo comunica sobriedad y coherencia. También enlaza pasado y presente, y abre la posibilidad de que estos oficios dejen de ser periféricos y encuentren, sin estridencias, un lugar permanente en la vida pública.
