El pintor que incomoda: Marshall muestra a los esclavizadores negros del pasado

A sus casi 70 años, Kerry James Marshall es considerado uno de los más grandes pintores vivos de Estados Unidos. Su trayectoria ha estado marcada por la convicción de que la vida cotidiana de las personas negras merece la misma grandeza que las escenas históricas que cuelgan en los grandes museos del mundo. Sin embargo, su nueva serie de obras, presentada en la Royal Academy de Londres, ha generado debate: retrata la participación de personas negras en el comercio transatlántico de esclavos.

Marshall nació en Birmingham, Alabama, cerca de donde en 1963 una bomba racista mató a cuatro niñas en la iglesia bautista de la calle 16. Más tarde su familia se mudó a Los Ángeles, donde vivió en carne propia la tensión de los disturbios de Watts en 1965. Creció entre violencia, injusticia y lucha, experiencias que marcaron su visión artística.

Desde que egresó de la escuela de arte en los años setenta, desafió las corrientes dominantes. Mientras la crítica celebraba el conceptualismo o el arte pop, él apostó por un lenguaje figurativo clásico, con influencias de maestros como Velázquez o David, pero dedicado a escenas de la vida afroamericana: un corte de cabello en una barbería, una pareja en un picnic, familias en el barrio. Con obras monumentales como De Style (1993), demostró que lo cotidiano podía alcanzar la escala épica reservada a las gestas históricas.

Aunque se le asocia con el arte político, Marshall insiste en que pinta porque disfruta hacerlo, no por militancia. “No hago imágenes para ser un ‘artista político’, sino porque me gusta lo que las imágenes hacen”, afirma. Pero lo cierto es que sus temas atraviesan la historia negra, desde la ausencia de figuras afrodescendientes en los museos hasta los pasajes más oscuros de la esclavitud.

En su exposición en Londres, una sala entera está dedicada a representar el Middle Passage, el viaje forzado de millones de africanos hacia América. Allí se incluye su reciente serie sobre la participación de africanos en el secuestro y venta de esclavos, inspirada en la historia de Olaudah Equiano, quien fue raptado siendo niño en Nigeria y vendido varias veces antes de llegar a un barco europeo. Marshall muestra en colores vivos a niños arrancados de su hogar por otros negros, una imagen que rompe con el relato simplificado de “blancos malos, negros buenos”.

“Es más complejo que eso”, sostiene. “Muchos actuaron como intermediarios para obtener beneficios. No les importaba secuestrar niños”. Con estas obras, busca abrir un espacio de reflexión: “Las imágenes pueden ser un catalizador para mirar zonas de la historia a las que la gente normalmente no se acerca”.

El artista insiste en que en sus cuadros las personas negras siempre tienen agencia, capacidad de decisión y responsabilidad, incluso en los episodios más dolorosos. Esa mirada matizada lo ha llevado a incomodar, pero también a ser reconocido como alguien que amplía los límites de la representación histórica.

Marshall reconoce que su objetivo siempre fue ser contado entre los grandes artistas que admiraba. Y aunque se sabe afortunado por haber llegado hasta aquí “contra todo pronóstico”, también advierte que la violencia y la muerte son parte constitutiva de la historia humana. Con una sonrisa, concluye: “Somos afortunados de estar vivos”.

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