Pandillas de EE.UU. operan como cárteles: Crips, Bloods y H-Block dominan el narcotráfico interno
Lejos de ser solo víctimas de los cárteles latinoamericanos, ciudades como Los Ángeles, Chicago, Baltimore, Nueva York o Boston concentran a grupos delictivos que producen, distribuyen y controlan el mercado de estupefacientes ilegales. El propio expresidente Donald Trump ha reconocido el impacto que generan en términos de violencia e inseguridad.
En barrios como Watts, en Los Ángeles, actúan al menos cuatro organizaciones: Grape Street Crips, PJ Watts Crips, Bounty Hunter Bloods y Hacienda Village Bloods. Solo en 2024, once integrantes de Grape Street Crips se declararon culpables por narcotráfico y conspiración para distribuir fentanilo, heroína y cocaína. Además, las autoridades incautaron armas de fuego empleadas para asegurar su dominio territorial.
El Departamento de Justicia identifica a los Crips y los Bloods como los dos grandes cárteles de Los Ángeles, con ramificaciones en todo el país. Operan mediante facciones locales dedicadas al microtráfico, extorsiones y control de zonas específicas. Aunque rivales históricos, ambas organizaciones han llegado a cooperar entre sí, extendiendo su red de narcotráfico incluso a Hawái, Chicago y Alaska. Su estrategia se basa en adquirir cocaína a bajo costo en Los Ángeles y revenderla en otras regiones con mayores márgenes de ganancia.
Estos grupos no solo generan poder e influencia, también han creado fondos para pagar fianzas y abogados, mientras que algunos de sus líderes invierten en negocios aparentemente legítimos —como talleres, concesionarios o moteles— para lavar dinero.
El caso del H-Block en Boston confirma esta tendencia. Con origen en los años ochenta bajo el nombre de Humboldt Raiders, la pandilla resurgió en los 2000 como H-Block Street. La DEA la identifica como una de las organizaciones más violentas de Massachusetts. Sus miembros cuentan con un largo historial delictivo y han protagonizado enfrentamientos armados con la policía, incluido un ataque directo contra un agente en 2015.
En 2024, un repunte de su actividad se tradujo en detenciones, tiroteos y nuevas acusaciones por narcotráfico. En abril pasado, Jerry Gray, miembro de 28 años, fue sentenciado por posesión de armas y distribución de cocaína.
El panorama muestra que EE.UU. no es solo escenario de consumo, sino también de producción, control y violencia asociada al narcotráfico, con pandillas locales convertidas en verdaderos cárteles que compiten y se fortalecen dentro de sus propias fronteras.