Jóvenes mexicanos, los más golpeados por el desempleo y la precariedad laboral

En México, la juventud enfrenta una de las batallas más duras del mercado laboral. Según la Organización Internacional del Trabajo (OIT), cuatro de cada diez desempleados tienen entre 20 y 29 años, lo que refleja que la generación más preparada y numerosa del país también es la que más dificultades encuentra para incorporarse al mundo del trabajo.

Las cifras oficiales del INEGI parecen menos graves: al primer trimestre de 2024, el desempleo juvenil fue de 4.8%. Pero la OIT lo eleva a 5.9% de la Población Económicamente Activa, más del doble que otros sectores. La diferencia revela algo de fondo: no basta con medir quién trabaja, sino en qué condiciones lo hace. La realidad es que buena parte de los jóvenes termina en la informalidad, con empleos mal pagados, sin seguridad social ni futuro profesional.

Rechazados por su edad y por su experiencia

Los jóvenes enfrentan una paradoja. Son rechazados por no tener experiencia laboral, pero también por tener demasiada preparación académica. De acuerdo con la senadora Ruth González Silva, la barrera no es la falta de vacantes, sino la exigencia de entre uno y cinco años de experiencia incluso para puestos de inicio. Esto frena la inserción laboral y desperdicia el potencial de una generación con capacidad de aprender rápido y aportar nuevas ideas.

El problema se refleja también en los profesionistas. La OCDE reveló que México es de los pocos países donde los licenciados enfrentan más desempleo que quienes no tienen estudios universitarios. La sobreoferta de egresados y la falta de vinculación con el sector productivo hacen que una carrera ya no sea garantía de movilidad social.

Pobreza y precariedad que se heredan

De los 31 millones de jóvenes mexicanos —casi una cuarta parte de la población—, siete de cada diez que nacen en pobreza están destinados a permanecer en ella toda su vida, según datos del Senado. De los que logran emplearse, más de la mitad trabaja en condiciones precarias, con bajos salarios y largas jornadas.

En paralelo, solo el 56% de quienes deberían estar cursando el bachillerato lo hacen, lo que deja a millones sin acceso a educación media superior y con altas probabilidades de quedar atrapados en la informalidad.

El gobierno federal defiende sus programas para enfrentar el problema. A través de ferias de empleo y esquemas como Jóvenes Construyendo el Futuro, se busca acercar vacantes formales y capacitación. Sin embargo, la mayoría de esas plazas apenas garantizan el salario mínimo, lejos de un ingreso digno para quienes aspiran a independizarse o sostener un hogar.

¿Invertir o perder el bono demográfico?

México atraviesa lo que se conoce como bono demográfico: una etapa en la que la población joven supera a la adulta mayor. Es una oportunidad única para detonar desarrollo económico, siempre y cuando existan empleos estables y bien remunerados. De lo contrario, el país corre el riesgo de condenar a toda una generación a la precariedad laboral.

Especialistas y legisladores advierten que es urgente una legislación general de juventudes que garantice derechos, fomente empleos de calidad y aproveche el talento de millones de jóvenes. No hacerlo sería hipotecar el futuro: un país sin oportunidades para sus jóvenes es un país sin rumbo.

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