El mismo grito ante el peligro: aves del mundo comparten una llamada universal

Aves separadas por millones de años de evolución y miles de kilómetros de distancia reaccionan igual frente a una amenaza. Una investigación publicada en Nature Ecology and Evolution reveló que más de veinte especies de cuatro continentes emiten un mismo quejido cuando detectan a un ave parásita cerca de sus nidos.

El hallazgo, liderado por científicos de la Universidad de Cornell y la Estación Biológica de Doñana, demuestra por primera vez que distintas especies pueden aprender una vocalización común a partir de una respuesta instintiva compartida. Es decir, una señal aprendida que nace de un impulso innato, una frontera difusa entre el instinto y la cultura animal.

El fenómeno se da principalmente en aves víctimas del llamado “parasitismo de cría”, en el que especies como los cucos depositan sus huevos en nidos ajenos, dejando que otras aves alimenten a sus crías en perjuicio de las propias. Para defenderse, las aves hospedadoras identifican a los invasores mediante un sonido agudo y repetitivo, que otras especies —sin contacto entre sí— también han adoptado.

Los investigadores hallaron coincidencias entre aves de Australia, China y Zambia que nunca compartieron hábitat ni historia evolutiva. Todas usan el mismo tipo de quejido para alertar sobre los parásitos del nido. “Cuando escuchan ese sonido, reaccionan de inmediato; aprenden cuándo producirlo observando las señales del entorno”, explicó James Kennerley, del Laboratorio de Ornitología de Cornell.

El estudio sugiere que esta vocalización es una forma de “transmisión social”, donde las aves no solo imitan sonidos sino que asocian su uso a un contexto determinado. “Este llamado es un punto intermedio entre las vocalizaciones instintivas y las completamente aprendidas, como las palabras humanas”, señaló William Feeney, ecólogo evolutivo de la Estación Biológica de Doñana.

Las especies que utilizan este quejido suelen habitar zonas con alta interacción entre parásitos y hospedadores, donde la cooperación resulta vital. Según los autores, el llamado no solo sirve para advertir, sino también para coordinar acciones colectivas frente a la amenaza.

El vínculo entre una reacción instintiva y un aprendizaje social convierte a este caso en una pieza clave para entender cómo pudo surgir el lenguaje. “Por primera vez vemos cómo una señal aprendida puede evolucionar desde una llamada innata, tal como lo imaginó Darwin”, apuntó Feeney.

Los científicos concluyen que este hallazgo desafía la idea de que el lenguaje humano y la comunicación animal son mundos separados. En su origen, ambos podrían compartir la misma raíz: la necesidad de responder juntos ante el peligro.

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