Regreso al monte: la iniciativa que devolvió jaguares a la vida silvestre

En Brasil, una organización llamada Onçafari ha logrado un hecho sin precedentes: reintroducir jaguares nacidos o criados en confinamiento de vuelta a su hábitat natural y con éxito reproductivo. Este proceso no solo ha permitido recuperar poblaciones locales, sino también generar un modelo técnico de conservación que otras regiones del continente observan con atención. Para países como México, donde el jaguar es símbolo cultural y especie en riesgo en varias zonas, la experiencia brasileña abre preguntas sobre futuros posibles.

Onçafari nació en 2011 en el Pantanal con una idea simple: el ecoturismo basado en la observación responsable de fauna podía ayudar a financiar la conservación. Pero el rumbo cambió cuando aparecieron dos cachorras huérfanas, Isa y Fera. Se diseñó entonces un proceso de resilvestración que incluyó recintos amplios, alimentación con presas vivas y un contacto humano prácticamente nulo. Tras un año de adaptación, ambas fueron liberadas mediante un método de “liberación suave”, que les permitió salir del recinto gradualmente mientras definían territorio. El resultado fue notable: en 2018 tuvieron sus primeras crías en libertad. Para 2025, Isa es bisabuela y su linaje suma 25 descendientes que hoy forman parte de la población silvestre del Pantanal.

Reintroducciones, rescates y nuevas generaciones

Tras Isa y Fera, Onçafari abrió programas en distintos biomas. En la Amazonia, Pandora y Vivara, dos hembras encontradas huérfanas, fueron trasladadas a un recinto preparado para que desarrollaran habilidades de caza. Posteriormente liberadas en la Serra do Cachimbo, recorrieron territorio monitoreadas por collares GPS. Lo relevante no fue solo su adaptación, sino el registro de comportamientos completamente silvestres sin intervención humana.

Un caso especial es Jatobazinho, macho rescatado de cachorro en una escuela del Pantanal. Tras rehabilitación, fue trasladado al Parque Nacional Iberá, en Argentina, donde los jaguares estaban extintos desde hacía más de 70 años. Se adaptó, formó territorio y tuvo más de 13 crías, aportando diversidad genética a una región que busca reconstruir su tejido ecológico.

Onçafari también ha trabajado con pumas. Cacau, Oliver y Chico fueron rehabilitados en recintos amplios y liberados en el Pantanal, con seguimiento mediante collares y cámaras trampa. La estrategia siempre es la misma: minimizar el contacto humano para evitar que los animales pierdan sus comportamientos naturales.

Además de reintroducciones, la organización ha desarrollado protocolos para rehabilitar fauna afectada por incendios, deshidratación y pérdida de territorio. En 2024, tras incendios severos en el Pantanal, se rescataron jaguares y tapires con lesiones graves. El caso de Miranda, que tras meses de tratamiento regresó a la selva y fue vista después con una cría, se volvió emblemático. Lo mismo ocurrió con Itapira y con los tapires Valente y Melancia, que recuperaron movilidad y fueron devueltos gradualmente a la vida libre.

La labor incluye también aves y primates, con liberaciones de tucanes y grupos de monos capuchinos, siempre a partir de recintos que simulan hábitats reales y favorecen la autonomía.

El trabajo de Onçafari demuestra que la reintroducción de grandes depredadores es posible cuando se combinan ciencia, monitoreo y una comprensión profunda del territorio. En México, donde el jaguar aún vive en selvas y sierras, pero presionado por fragmentación del hábitat, ganadería y crimen ambiental, la experiencia brasileña puede verse como una referencia. Frente a los retos compartidos del continente —deforestación, incendios, pérdida de agua y desplazamiento de fauna—, estos proyectos muestran que no todo está perdido cuando hay voluntad, conocimiento y cuidado a largo plazo.

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