Perdió su tabla en el mar… y 18 meses después alguien la encontró a 2.400 kilómetros
Una tabla de surf personalizada desaparecida en el mar de Tasmania recorrió más de 2.400 kilómetros antes de aparecer, casi intacta, en una playa de Nueva Zelanda. Su hallazgo y regreso a casa se convirtieron en una historia inesperada de azar, corrientes oceánicas y solidaridad entre surfistas.
Una tabla a la deriva y un hallazgo improbable
Todo comenzó en mayo de 2024, cuando Liam, un surfista australiano, perdió su tabla durante un paseo en barco frente a la costa de Tasmania. Era una pieza especial, hecha a medida, con un diseño único y un valor sentimental profundo. El mar la tragó sin dejar rastro. Dieciocho meses después, el francés Álvaro Bon, que vive en Nueva Zelanda desde hace una década, la encontró mientras practicaba kitesurf en la playa de Raglan, al oeste de la Isla Norte.
Ese día, el viento arrastró la cometa de Bon y lo obligó a acercarse a las dunas para ponerse a salvo. Entre la arena y las olas divisó algo brillante: una tabla amarillenta, cubierta de mejillones y percebes. “Definitivamente no era una tabla común”, pensó. La llevó a su casa, la limpió y decidió buscar a su dueño.
Publicó fotos en redes de surfistas de Australia y Sudáfrica. En cuestión de horas, la historia dio la vuelta al mundo. Entre miles de comentarios, un usuario reconoció la firma del fabricante y contactó con Liam. Cuando el australiano vio las imágenes, no podía creerlo: su tabla, perdida un año y medio antes, estaba del otro lado del mar.
Corrientes, azar y reencuentro
Según oceanógrafos de la Universidad de Tasmania, la tabla pudo haber cruzado el Mar de Tasmania gracias a las corrientes del este australiano o incluso al flujo circumpolar antártico, que rodea el planeta. Algunos expertos sugieren que, en una posibilidad mínima, la tabla pudo haber dado casi una vuelta al mundo antes de recalar en Nueva Zelanda.
El reencuentro se concretó en Auckland. Bon entregó la tabla a un familiar de Liam para que regresara a Australia, esta vez por avión. “El día que perdí mi cometa encontré su tabla”, reflexionó Bon. “Tal vez el mar solo quiso intercambiar historias”.
