Frutas sobrantes, mesas cómodas y jugos frescos: la escuela que hizo atractiva la comida sana

En Suecia, varias escuelas públicas han probado una manera distinta de acercar a estudiantes a alimentos más sanos. En lugar de obligar o regañar, crearon espacios atractivos y ofrecieron desayunos gratuitos hechos con excedentes donados por supermercados locales. El resultado ha sido una relación distinta con la comida dentro de la escuela.

Un comedor que invita a quedarse
En una secundaria de Karlstad, la cafetería dejó de ser un salón ruidoso y sin carácter. Estudiantes participaron en talleres para decidir colores, disposición de mesas y tipos de asientos. Se instalaron zonas para comer en grupo, en pareja o a solas sin sentirse aislado. Además, se colocó una barra con jugos hechos de frutas sobrantes y avena preparada con leche caramelizada. La idea era despertar curiosidad, no imponer hábitos.

Las autoridades educativas y distintos organismos estatales impulsaron el proyecto para reducir desperdicio, mejorar la alimentación y fortalecer la conexión entre escuelas y pequeños productores. A partir de ahí, más jóvenes se quedaron a comer en el plantel en vez de salir a comprar golosinas. Profesoras y profesores notaron más atención en clase y mayor disposición a probar alimentos nuevos.

Una política con historia y ajustes
Suecia lleva décadas ofreciendo comidas escolares gratuitas como parte de su modelo de bienestar social. Pero en años recientes se encendieron alertas: aumento en obesidad infantil y poca conexión con temas de sustentabilidad. El programa piloto buscó mejorar eso paso a paso, comenzando en pocas escuelas y expandiéndose según resultados.

Algunas iniciativas nuevas incluyen vincular comedores con productores locales y premiar a escuelas que reduzcan el desperdicio midiendo en tiempo real cuánto se tira. Aunque todavía hay dudas sobre financiamiento futuro, la experiencia ha mostrado que transformar la relación de niñas, niños y adolescentes con la comida es posible si se les escucha y se cuida el entorno en el que comen.

En México, donde muchas familias dependen de lo que se ofrece en escuelas públicas, estas ideas abren conversación sobre cómo hacer comedores más dignos, nutritivos y cercanos a la comunidad. No es solo dar comida: es construir un espacio donde se quiera estar.

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