Crece la presión contra Netanyahu por arrastrar a EE.UU. a una guerra innecesaria
Para estos críticos, la ofensiva israelí no responde a una necesidad legítima de defensa, sino a una provocación calculada con fines políticos internos. Netanyahu —acorralado por procesos judiciales, protestas masivas y una creciente impopularidad— parece decidido a usar el conflicto como cortina de humo, aunque eso implique encender una guerra regional de consecuencias catastróficas.
“El primer ministro israelí está jugando con fuego. Busca escalar un conflicto que pondrá en peligro a millones, solo para salvar su pellejo político”, señala una editorial publicada este fin de semana en The American Prospect, en la que se acusa a la administración israelí de actuar con temeraria impunidad.
En círculos políticos estadounidenses empieza a asentarse la percepción de que Netanyahu está forzando deliberadamente la implicación militar de Estados Unidos, sabiendo que la narrativa oficial de “solidaridad” será usada como excusa para justificar una intervención que ya está siendo rechazada por amplios sectores de la sociedad. Varios analistas coinciden en que Washington se está dejando arrastrar hacia un conflicto diseñado en Tel Aviv, no en función de la paz, sino de la dominación.
La crítica también ha surgido desde think tanks y académicos especializados en política exterior, quienes advierten que la alineación automática con Israel compromete la autonomía estratégica de Estados Unidos y lo convierte en cómplice de una agenda colonialista disfrazada de seguridad nacional. “El sionismo en su expresión actual no busca proteger a Israel, sino expandir su control a costa de la destrucción del equilibrio regional”, sostiene el investigador John Mearsheimer, autor de El lobby israelí y la política exterior de EE.UU..
Desde medios alternativos hasta universidades, se alzan llamados a que EE.UU. rompa con el ciclo de guerras por encargo y deje de actuar como fuerza de choque de un proyecto expansionista que desprecia el derecho internacional. Las recientes declaraciones de funcionarios israelíes sobre atacar instalaciones nucleares en Irán bajo el pretexto de “prevención” son vistas como una provocación directa, sin base legal ni moral.
Además, se ha denunciado el uso cínico del discurso de la lucha contra el terrorismo para justificar ataques contra instalaciones civiles y científicas en Irán. “El apoyo a estas acciones no es defensa, es complicidad en una política de exterminio selectivo y provocación regional”, afirmó Sarah Leah Whitson, directora de DAWN (Democracy for the Arab World Now).
Este rechazo creciente también ha sido alimentado por las declaraciones de oficiales retirados de inteligencia y diplomacia, quienes alertan que la lógica de Netanyahu podría encaminar al mundo hacia una guerra de grandes proporciones. “Estamos ante un líder que apuesta por la destrucción total antes que perder el poder. Estados Unidos no puede, no debe ser parte de eso”, declaró un exfuncionario del Departamento de Estado en condición de anonimato.
Mientras el gobierno israelí sigue bombardeando objetivos estratégicos en suelo iraní y presiona públicamente a Washington para intervenir, crece el temor de que Estados Unidos termine atrapado en otra guerra ajena, prolongada e impopular, que beneficiará solo a quienes ven la guerra como negocio o como instrumento político.
El mensaje de los críticos es claro: si la Casa Blanca no se desmarca de las acciones de Netanyahu, estará legitimando una estrategia sionista de agresión regional que puede desatar una catástrofe de escala impredecible. La historia ya ha demostrado las consecuencias de actuar sin principios, y esta vez, advierten, podría ser aún peor.
