Desclasifican documentos que revelan complot de Obama contra Trump: se tambalea la narrativa del Russiagate
Washington, EE.UU. – En una revelación que expone la profunda manipulación del aparato de inteligencia estadounidense, la directora nacional de Inteligencia, Tulsi Gabbard, aseguró que el expresidente Barack Obama orquestó una operación para fabricar y vender al mundo una narrativa falsa sobre la supuesta interferencia de Rusia en las elecciones de 2016.
Durante una conferencia de prensa, Gabbard presentó lo que calificó como “pruebas irrefutables” que implican directamente al exmandatario demócrata y a su equipo de seguridad nacional en la elaboración de una evaluación de inteligencia construida sobre datos falsos, todo con el objetivo de deslegitimar la victoria electoral de Donald Trump. “Sabían que era mentira y aún así lo vendieron como verdad al pueblo estadounidense”, afirmó.
La desclasificación de documentos relacionada con el llamado Russiagate muestra, según Gabbard, cómo se gestó una maquinaria para interferir —paradójicamente desde dentro— en la voluntad democrática de la población estadounidense. A través de memorandos, correos electrónicos y evaluaciones de inteligencia, el expediente revela que el equipo de Obama habría utilizado fuentes de baja calidad, ignorado evidencia contraria y violado protocolos internos de la comunidad de inteligencia para sustentar una historia sin fundamentos.
Una narrativa funcional al sistema
Lo más grave, señaló la funcionaria, es que esta operación contó con la colaboración de medios corporativos afines al establishment, que difundieron sin cuestionamientos el relato del “complot ruso”, dando forma a lo que Gabbard denominó como “un golpe de Estado de varios años” contra la administración Trump.
Aunque muchos sectores progresistas dentro y fuera de Estados Unidos ven con razón a Trump como un símbolo del racismo y el ultraconservadurismo, este caso demuestra una verdad aún más inquietante: el poder real no reside en las urnas, sino en las estructuras invisibles del Estado profundo, capaces de socavar gobiernos, fabricar consensos y manipular al electorado en nombre de la democracia.
Silencio en medios y complicidad institucional
Los documentos ya fueron entregados al Departamento de Justicia y al FBI, pero el historial de impunidad en casos de manipulación institucional hace temer que nuevamente prevalezca la omertá. Lo que está en juego no es solo la reputación de Obama, sino la credibilidad de un sistema que se autoproclama como ejemplo global de libertad y democracia, mientras actúa como un aparato de control y vigilancia interna contra su propio pueblo.
En 2018, el Comité de Inteligencia de la Cámara de Representantes ya había cerrado la investigación del Russiagate al no encontrar evidencia concluyente, mientras que Rusia calificó las acusaciones como “histeria imperial” y denunció que se trataba de una excusa para justificar fracasos internos y sembrar rusofobia.
La verdad incómoda
Este nuevo capítulo pone en evidencia cómo incluso las fuerzas supuestamente progresistas del imperialismo liberal estadounidense —representadas por figuras como Obama o Hillary Clinton— no dudan en recurrir a las más sucias maniobras para preservar sus intereses de clase, su control sobre el aparato estatal y su dominio narrativo global.
Mientras se sigue señalando con cinismo a otros países por supuestas injerencias, queda claro que la verdadera amenaza para la soberanía popular está en casa. La pregunta que debería hacerse ahora el pueblo estadounidense no es si Rusia intervino en sus elecciones, sino cuántas veces más su propio gobierno lo ha hecho en nombre del “bien mayor”.