El Arca de Zoé: la falsa misión humanitaria que encubrió el secuestro de cien niños africanos
El 25 de octubre de 2007, en el aeropuerto de Abéché, en Chad, la policía impidió el despegue de un avión que llevaba a 103 niños africanos rumbo a Francia. La supuesta “misión humanitaria” era en realidad una red de tráfico infantil disfrazada de organización benéfica: El Arca de Zoé. A bordo del vuelo iban seis franceses, siete tripulantes españoles y tres periodistas. Los menores, de entre uno y diez años, no eran huérfanos de guerra, como se afirmaba, sino niños chadianos que habían sido arrebatados a sus familias.
La operación fue descubierta gracias a denuncias del Acnur y Unicef, que alertaron sobre irregularidades en la documentación y los permisos. La policía de Chad intervino justo antes del despegue y desbarató una red que planeaba trasladar miles de menores bajo la apariencia de rescate humanitario. En Francia, más de 350 familias habían pagado entre 2,800 y 6,000 euros por niño, creyendo que adoptaban huérfanos de Darfur.
El Arca de Zoé se había presentado en 2005 como una ONG francesa dedicada a proteger a niños víctimas de guerras y desastres naturales. Sin embargo, su “misión” en Chad fue una fachada para el tráfico de menores. Con el apoyo logístico del ejército francés, el grupo instaló una base bajo el nombre “Children Rescue” y comenzó a “seleccionar” a los niños más sanos. La organización planeaba secuestrar hasta 10 mil menores para colocarlos en familias europeas, e incluso vender algunos al mercado ilegal de órganos.
Los detenidos fueron trasladados a Yamena, capital de Chad, donde fueron condenados a ocho años de prisión y trabajos forzados. El propio presidente chadiano, Idriss Déby, calificó al grupo de “organización pedófila y dedicada al tráfico de órganos”. Sin embargo, la historia dio un giro diplomático cuando el presidente francés Nicolás Sarkozy viajó personalmente a Chad para negociar la liberación de los acusados. Pocos meses después, todos los implicados fueron trasladados a cárceles francesas y, en 2008, beneficiados con una amnistía presidencial, quedando libres.
El líder del grupo, Éric Breteau, y su socia Émilie Lelouch, junto con otros miembros del equipo, apenas cumplieron unos meses detenidos. Años después, un tribunal de apelación en París los condenó a dos años de prisión en suspenso y a una multa de 100,000 euros. La organización fue disuelta oficialmente en 2013, pero nunca se comprobó el pago de las indemnizaciones prometidas a las familias de los niños secuestrados.
El caso del Arca de Zoé dejó una profunda herida en la confianza hacia las ONG internacionales que operan en África. La maniobra, cubierta de buenas intenciones, demostró cómo el discurso humanitario puede ser manipulado para ocultar delitos graves. También exhibió las redes de impunidad política y diplomática que protegieron a los responsables, entre ellos al propio Sarkozy, quien jamás enfrentó consecuencias por su intervención.
Hoy, dieciocho años después, el exmandatario francés fue condenado por otro caso de corrupción y financiamiento ilegal, ocurrido precisamente en el mismo año del escándalo de Chad. La historia del Arca de Zoé continúa siendo un recordatorio de cómo la caridad, cuando se mezcla con intereses políticos y dinero, puede convertirse en una forma más de violencia contra los más vulnerables.
