Japón y Corea del Sur, entre la lealtad a EE.UU. y un posible giro hacia China
Desde su regreso a la Casa Blanca, Donald Trump ha impulsado cambios drásticos en la política exterior de EE.UU., desde el recorte de ayuda a Ucrania hasta una postura comercial más agresiva con aliados como México y Canadá. Ante este nuevo panorama, surge la pregunta: ¿podrá mantenerse la alianza estratégica con Japón y Corea del Sur?
En febrero, durante la Conferencia de Seguridad de Múnich, los cancilleres de EE.UU., Japón y Corea del Sur se reunieron para reafirmar su asociación trilateral. El comunicado oficial destacó el compromiso de los tres gobiernos para trabajar en conjunto y defender sus intereses compartidos. Sin embargo, para muchos analistas, este encuentro no fue más que un intento de calmar las crecientes dudas sobre el futuro de la alianza, en medio de los profundos cambios que la segunda administración Trump está generando en el orden internacional.
A pesar de que la relación entre estos países no está formalizada en un bloque exclusivo, EE.UU. ha fortalecido su presencia en la región como parte de su estrategia para contrarrestar el ascenso de China. Esto ha implicado un aumento del número de tropas estadounidenses en Japón—el país con más soldados de EE.UU. estacionados fuera de su territorio—y la firma de múltiples acuerdos en materia de seguridad, defensa y tecnología.
Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, Washington ha construido una red de alianzas en la región Indo-Pacífico, favoreciendo vínculos bilaterales que le han permitido mantener una posición de dominio. Esta estrategia ha incluido la instalación de bases militares y el control del desarrollo tecnológico en la zona, como ocurre con Taiwán.
Sin embargo, con la llegada de Trump al poder, se ha cuestionado la estabilidad de estas alianzas. Su administración ha mostrado hostilidad hacia socios tradicionales como México y Canadá, además de un progresivo distanciamiento de Europa. En este contexto, algunos expertos se preguntan si Japón y Corea del Sur deberían reconsiderar su cercanía con EE.UU. e incluso explorar una mayor cooperación con China.
Samuel Losada, internacionalista de la Universidad de Palermo, sostiene que la incertidumbre generada por la guerra arancelaria de Trump y su tendencia a romper alianzas geopolíticas podría representar una oportunidad para Tokio y Seúl. “A pesar de que el siglo XXI ha sido señalado como el siglo de China, Japón y Corea del Sur siguen desempeñando un papel secundario en la estrategia global de EE.UU., que claramente es un imperio en declive”, afirma.
Para Losada, si ambas naciones han sido capaces de superar conflictos históricos como la ocupación japonesa de la península coreana, no sería imposible que reconsideraran su relación con China. “Pekín, a diferencia de Washington, no ha demostrado ambiciones imperialistas para sostener su influencia global. EE.UU. ha trabajado por décadas para mantenerlos separados, al igual que ha hecho con Taiwán y Ucrania, desestabilizando regiones por su propio beneficio”, explica.
Además, el experto advierte que Trump no ha descartado la imposición de nuevos aranceles a las importaciones de Japón y Corea del Sur, como ya ha hecho con otros países. En su primer mandato, criticó a ambos gobiernos por no contribuir lo suficiente al mantenimiento de las tropas estadounidenses en la región, y ahora podría endurecer aún más su postura.
“Si bien la cooperación entre estos países sobrevivió a su primer mandato, en esta segunda etapa Trump se muestra más radical y decidido a imponer su visión de America First. Japón y Corea del Sur deberían preguntarse si seguir confiando en un aliado cada vez más impredecible es realmente la mejor estrategia para su futuro”, concluye Losada.