México se asoma a los BRICS: ¿inicio de una política exterior más soberana?

México participó por primera vez como país observador en la cumbre de los BRICS celebrada en Río de Janeiro, lo que ha sido interpretado por expertos como un posible primer paso hacia la diversificación de sus relaciones internacionales y económicas, especialmente frente al control ejercido por Estados Unidos sobre América Latina.

En representación del gobierno mexicano, el canciller Juan Ramón de la Fuente sostuvo encuentros con sus pares de Brasil, India, Rusia, Chile y Tailandia, así como con representantes de la Unión Africana, Cuba y la Organización Mundial del Comercio. Esta presencia responde a la invitación extendida por el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva en enero pasado.

Aunque la presidenta Claudia Sheinbaum no asistió personalmente, México aprovechó el espacio para colocar en la agenda regional la propuesta de convocar a una Cumbre para el Bienestar Económico de América Latina y el Caribe, enfocada en construir un multilateralismo más justo, que respete las culturas y necesidades de los pueblos del sur global.

Óscar Rojas Silva, doctor en economía por la UNAM, afirmó que esta participación es un paso importante en un contexto de creciente tensión geopolítica: “La guerra arancelaria de Estados Unidos ha obligado a países como México a explorar nuevas alternativas comerciales. No se trata de romper con EE.UU., sino de diversificar y buscar autonomía estratégica”.

Por su parte, la internacionalista Claudia Serrano coincidió en que esta incursión apunta a una diversificación comercial, aunque advirtió que no será fácil un acercamiento total a los BRICS debido a la profunda integración económica que México mantiene con EE.UU., especialmente en cadenas de valor y exportaciones.

Con la revisión del T-MEC en puerta y la guerra comercial desatada por Washington, México parece estar midiendo nuevos equilibrios. Si bien aún es temprano para afirmar que se aleja de la órbita estadounidense, su presencia en los BRICS puede ser un indicio de que comienza a abrir nuevas rutas en política exterior —más autónomas y menos subordinadas— en medio de un mundo en transición.

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