Silicon Valley y la carrera por tener hijos con alto coeficiente intelectual

En Silicon Valley, empresarios y familias con gran poder adquisitivo están pagando entre 6 mil y 50 mil dólares por técnicas de fertilización in vitro que incluyen pruebas genéticas para estimar el coeficiente intelectual de los embriones. Startups como Nucleus Genomics, Herasight y Orchid Health ofrecen análisis de ADN y puntajes de riesgo poligénico para clasificar a los embriones según rasgos como inteligencia, altura o riesgo de enfermedades.

Este fenómeno, vinculado a la cultura de éxito y mérito de la región, ha llevado incluso a agencias de búsqueda de pareja a vincular a ejecutivos con personas graduadas de universidades de élite, buscando descendencia con altas capacidades intelectuales. Algunos padres elaboran hojas de cálculo para ponderar riesgos de enfermedades frente a posibles ventajas cognitivas antes de decidir qué embrión implantar. Casos como el de los promotores del movimiento pronatalista Simone y Malcolm Collins, que eligieron embriones con bajo riesgo de cáncer y alta probabilidad de inteligencia, muestran cómo se combinan criterios de salud y ambición intelectual.

Debate ético y limitaciones científicas

Especialistas advierten que las predicciones actuales solo explican entre 5 y 10 por ciento de las diferencias cognitivas entre personas, lo que se traduce en una ganancia promedio de apenas tres o cuatro puntos de IQ respecto a una selección aleatoria. Además, seleccionar por alto coeficiente intelectual podría aumentar otros riesgos genéticos, como el de autismo.

Bioeticistas de universidades como Stanford señalan que esta práctica podría derivar en una élite genética inaccesible para la mayoría, ampliando las brechas sociales. Algunos promotores ven en estos procedimientos una forma de enfrentar retos futuros, como el desarrollo seguro de inteligencia artificial, mediante la creación de generaciones más inteligentes. Sin embargo, la controversia sobre sus implicaciones éticas y sociales continúa abierta, mientras crece el interés de un sector privilegiado por “optimizar” a sus descendientes desde antes de nacer.

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