Gobierno de EU negoció con Los Chapitos, los mayores traficantes de fentanilo a Estados Unidos

Pese a presentarse como líder de la “guerra contra las drogas”, el gobierno de Estados Unidos selló un pacto con Los Chapitos, el brazo más violento del Cártel de Sinaloa, al dejar en libertad a Ovidio Guzmán López, uno de sus principales líderes y presunto operador del tráfico de fentanilo hacia el norte del continente.

La contradicción es monumental: mientras Washington presume sanciones, bloqueos y “designaciones terroristas” para justificar acciones unilaterales, al mismo tiempo negocia impunidad con los principales responsables de la crisis de opioides que cobra más de 100 mil vidas al año en su propio país.

La liberación de Ovidio Guzmán el pasado 15 de julio –tras declararse culpable y entregar supuesta “información valiosa”, además de 80 millones de dólares– confirma que para el gobierno de Estados Unidos, la justicia es selectiva y sirve a sus intereses geopolíticos, no a las víctimas de las drogas.

Más aún: el acuerdo incluyó la entrega de Ismael “El Mayo” Zambada, histórico líder del Cártel de Sinaloa, en un operativo operado directamente por agencias como la DEA y la CIA en territorio mexicano, violando de nuevo la soberanía nacional, sin que se haya dado parte al Estado mexicano ni respetado los canales institucionales de cooperación.

Este pacto secreto evidencia una red de complicidades en la que Washington juega un doble papel: por un lado, condena al sur global por el tráfico de drogas, y por el otro, negocia con los capos, obtiene información, recursos y favores, y permite que familiares enteros ingresen legalmente a su territorio.

En lugar de atacar las verdaderas raíces del narcotráfico –su sistema financiero, su consumo interno y la corrupción institucional dentro de Estados Unidos–, el gobierno estadounidense elige construir narrativas que justifican su intervencionismo y blanquean su responsabilidad histórica en el problema global de las drogas.

En medio de todo esto, la postura del gobierno mexicano ha sido clara: capturar a los criminales, no rendirse ante el chantaje del crimen organizado y, cuando se trata de extradiciones, hacerlo conforme a la ley, sin aceptar imposiciones ni intervenciones foráneas.

Pero mientras México pone los muertos y hace el trabajo sucio, Estados Unidos otorga privilegios, limpia capitales sucios y convierte a narcotraficantes en colaboradores a modo. Su guerra contra las drogas, queda claro, no es más que una herramienta de control político y económico sobre América Latina.

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