Aunque el padre esté disponible, la escuela sigue llamando a la madre

Un estudio reciente en escuelas de Estados Unidos reveló que, incluso cuando el padre se presenta como el contacto más disponible, la mayoría de los directivos escolares continúan comunicándose primero con la madre. Esta práctica se mantiene a pesar de los cambios culturales y sociales en torno a la paternidad, y muestra la persistencia de normas sociales que operan de forma automática e implícita.

El estudio, dirigido por la economista Olga Stoddard y retomado por el economista Nicolás Ajzenman, se basó en un experimento masivo. Se enviaron correos electrónicos a más de 81,000 directivos escolares simulando ser una pareja en busca de escuela para su hijo. En los mensajes se incluían los datos de contacto del padre y de la madre, y se variaban las condiciones: en algunos, se decía que ambos estaban disponibles, en otros se aclaraba que solo el padre o solo la madre tenía tiempo para responder.

El resultado fue revelador. Cuando no se aclaraba nada, el 60% de las escuelas llamaron a la madre y el 40% al padre. Cuando se decía que la madre tenía alta disponibilidad, el 90% de las respuestas fueron hacia ella. En cambio, cuando se aclaraba que el padre era el más disponible, solo el 74% de los llamados fueron hacia él. Aun en los casos en que se mencionaba que la madre tenía poca disponibilidad, más de la mitad de las escuelas seguían contactándola primero.

Automatismos culturales y expectativas de género

Estos datos reflejan más que una preferencia logística: muestran cómo las expectativas sociales están profundamente arraigadas. A pesar de que la participación de los hombres en la crianza ha crecido significativamente —hoy los padres dedican entre el 60% y el 65% del tiempo que dedican las madres al cuidado infantil, comparado con apenas un 25% en los años sesenta—, el peso simbólico de la maternidad como principal figura responsable no ha cedido al mismo ritmo.

El estudio también identificó variaciones según el contexto sociocultural. En escuelas ubicadas en zonas rurales, de perfil conservador o religioso, el sesgo hacia la madre fue más alto. En contraste, en distritos urbanos, de perfil demócrata o más progresistas, la diferencia se redujo, aunque no desapareció. La norma se mantiene, pero su intensidad cambia con el entorno.

Una de las pruebas más significativas se dio al cambiar el remitente del correo. Cuando lo firmaba la madre, el 98% de las respuestas iban hacia ella. Si lo firmaba el padre, el 80% lo contactaba a él, pero aún así un 12% seguía dirigiendo la respuesta a la madre. Esto sugiere que incluso las instrucciones claras no bastan para romper con la percepción de que ella es quien debe estar a cargo.

Este fenómeno plantea preguntas relevantes para México, donde también se están dando transformaciones en la estructura familiar, la participación laboral femenina y la paternidad activa. Sin embargo, muchos hábitos institucionales, escolares y sociales continúan reproduciendo lógicas antiguas. La escena cotidiana de un niño que se lesiona en el colegio y la escuela llama automáticamente a su madre, incluso si el padre es quien puede atender la situación, muestra cómo operan estos automatismos.

Aunque las políticas públicas en educación y cuidado infantil avanzan hacia modelos más igualitarios, el cambio profundo requiere revisar las normas culturales. Es en estos detalles —a veces invisibles— donde se juega la posibilidad de una corresponsabilidad real. Mientras tanto, los roles tradicionales siguen actuando como reflejo condicionado. Y ante la urgencia, la llamada sigue siendo para ella.

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