El home office cambió las reglas… pero no para todos

La pandemia transformó la forma de trabajar en México. El home office se convirtió en una opción real para millones y parecía que por fin hombres y mujeres podrían equilibrar mejor sus vidas. Sin embargo, la realidad fue otra: surgió el fenómeno del WFH Husband, es decir, hombres que permanecen en casa mientras sus parejas regresan a la oficina. A primera vista suena moderno, pero en los hechos reveló que las desigualdades de género siguen más vivas que nunca.

¿De verdad los hombres hacen más en casa?

Aunque el teletrabajo parecía una oportunidad para repartir las tareas domésticas, las encuestas muestran lo contrario. Más del 30% de los hombres admite que no ayuda lo suficiente en el hogar, mientras que 6 de cada 10 mujeres dicen cargar con más trabajo doméstico del que deberían. Incluso cuando ambos trabajan desde casa, ellas cocinan, limpian y cuidan más.

En México, la brecha es todavía más clara: según el INEGI, las mujeres destinan tres veces más horas que los hombres a labores no remuneradas. El resultado es un doble turno que combina la oficina con la casa, sin importar si esa oficina está en la sala o en el corporativo.

Lo que el ojo masculino no ve

Filósofos y sociólogos apuntan a un detalle cultural: no vemos lo mismo dentro del hogar. Una cocina desordenada para muchas mujeres significa “ponerse a limpiar”, mientras que para muchos hombres no representa tarea alguna. Es lo que se llama la “teoría de la asequibilidad de género”: el entorno nos envía mensajes distintos dependiendo de cómo fuimos educados.

Esa diferencia de percepción explica por qué, aunque algunos hombres trabajen en casa, no asumen automáticamente más responsabilidades. Se mantienen viejas inercias: ellos se concentran en su empleo y ellas cargan con lo demás.

El futuro que México necesita

El teletrabajo llegó para quedarse, pero si no cambia la cultura, la desigualdad se hará más profunda. En sectores como salud, educación y comercio —altamente feminizados— la presencialidad es obligatoria, mientras que en áreas donde predominan los hombres el home office sigue siendo una alternativa.

Para que este modelo no se convierta en otro reflejo de inequidad, México debe dar un paso más: repartir en serio el trabajo en casa. No se trata solo de políticas laborales, sino de transformar la forma en que hombres y mujeres entendemos el hogar.

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