Una ciudad centrada en las mujeres: revelan cómo vivía una sociedad hace 9,000 años en Turquía

En las llanuras de Anatolia central, en la actual Turquía, se alza uno de los asentamientos más antiguos del mundo: Çatalhöyük. Ocupado entre el 7100 y el 6000 a. C., este sitio del Neolítico funcionó como una proto-ciudad sin calles, con casas de adobe adosadas entre sí, a las que se accedía por los techos y en cuyo interior se enterraban a los muertos. Ahora, un análisis genético de 131 esqueletos encontrados en el lugar ha revelado que su estructura social se organizaba alrededor de las mujeres.

Un equipo internacional de arqueólogos y genetistas analizó los restos humanos hallados bajo los pisos de viviendas de Çatalhöyük. Sus hallazgos fueron publicados recientemente en la revista Science. El análisis mostró que las mujeres permanecían en su hogar natal a lo largo de sus vidas, mientras que los hombres tendían a mudarse al llegar a la adultez. Este patrón de residencia, conocido como matrilocalidad, indica que la unidad doméstica se formaba en torno a los linajes femeninos.

Aunque esto no implica la existencia de un matriarcado estricto, sí sugiere que las mujeres y las niñas ocupaban un lugar central en la vida comunitaria. Estudios previos en sociedades neolíticas europeas revelaron patrones contrarios, centrados en los hombres. Çatalhöyük rompe con esa tendencia, y se convierte en la primera sociedad productora de alimentos con un patrón de organización social centrado en la mujer identificado a través del ADN.

Los investigadores observaron que hasta el 100% de las mujeres compartían marcadores genéticos dentro de una misma vivienda, mientras que los hombres mostraban una mayor dispersión genética. Además, se halló una clara preferencia en el trato funerario hacia las niñas: eran enterradas con cinco veces más objetos que los varones de su misma edad. Esta diferencia sugiere un valor simbólico y social notable atribuido a lo femenino, presente desde la infancia.

Los restos fueron encontrados en los llamados Montículos Este y Oeste, estructuras que representan distintas fases del asentamiento. Pese a las diferencias temporales, los análisis genéticos confirmaron una continuidad cultural y poblacional entre ambas zonas. Un ejemplo es el caso de dos bebés enterrados en el mismo edificio, sin lazos familiares cercanos, pero con un fondo genético compartido con individuos del sector Este.

Desde los años 60, el sitio ha llamado la atención por la abundancia de figurillas femeninas encontradas en sus excavaciones. El arqueólogo James Mellaart ya había propuesto que estas representaciones podían reflejar un culto a la diosa madre o, al menos, una centralidad simbólica de lo femenino en la vida cotidiana. Las nuevas pruebas genéticas y arqueológicas parecen confirmar que esa intuición tenía sustento.

El profesor Mehmet Somel, coautor del estudio y genetista evolutivo, afirmó que el patrón observado en Çatalhöyük es el más antiguo documentado de organización social en una comunidad agrícola. Aunque algunos miembros del equipo prefieren el término “centrado en la mujer” por prudencia, las evidencias muestran que la identidad, el arraigo y las responsabilidades sociales estaban definidas por los linajes maternos.

La investigadora Eline Schotsmans, también parte del equipo, recordó que no todas las culturas humanas han seguido modelos patriarcales, como a menudo se asume. Existen numerosos ejemplos históricos y etnográficos de sistemas matrilineales, donde la herencia y la pertenencia se transmiten por vía materna. El caso de Çatalhöyük, ahora respaldado por la genética, se suma a esa historia más amplia y compleja de la organización social humana.

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