Así lo afirman investigadores de la Universidad de Bristol, quienes obtuvieron la primera prueba experimental del aprendizaje espacial de la especie Heliconius. Los científicos detectaron “expansiones evolutivas importantes de los cuerpos de los hongos”, unas estructuras cerebrales centrales fundamentales para el aprendizaje y la memoria de los insectos.

“Las Heliconius son las únicas mariposas (…) que recolectan y digieren polen, lo que les da una fuente adulta de proteínas, cuando la mayoría de las otras mariposas obtienen proteínas exclusivamente como orugas”, señaló en un comunicado el Dr. Stephen Montgomery, de la Facultad de Ciencias Biológicas.

¿Cómo descubrieron esto?

Cáliz de cuerpo de hongo en Eueides isabella que muestra la segregación de áreas que reciben información sobre estímulos olfativos (verde) y visuales (morado). Créditos: Dr. Antoine Couto.

Los expertos construyeron modelos 3D del cerebro en 30 especies de Heliconius que se alimentan de polen y 11 especies de géneros estrechamente relacionados, recolectados en América Central y del Sur.

La especie Heliconius se ven obligada a aprender de las fuentes fiables de polen y establecer “líneas de rastreo” a largo plazo.

“Identificamos que los cambios en el tamaño del cuerpo del hongo se deben a un mayor número de ‘células de Kenyon’, las neuronas que forman la mayor parte del cuerpo del hongo y cuyas interacciones se cree que también son la base del almacenamiento de la memoria como mayores entradas del sistema visual”, sostuvo el Dr. Montgomery.

De esta forma, la expansión se asocia “con el aumento de las áreas de procesamiento visual” y coincide con una mayor precisión de esto y “una mejor memoria a largo plazo”, se lee en el estudio publicado en la revista Nature.

Por último, el coautor de la investigación, el Dr. Antoine Couto agregó que “estas mariposas han desarrollado cuerpos de hongos más grandes con capacidades de procesamiento visual mejoradas, lo que les permite discriminar patrones visuales complejos y retener recuerdos visuales durante períodos prolongados. Estos hallazgos resaltan la conexión fascinante entre la evolución del cerebro y las adaptaciones del comportamiento en el mundo natural”.

Créditos: futuro360